jueves, 25 de septiembre de 2008

Un lugar deshabitado no es lo mismo que un espacio vacío.

Público-Privado, privado

Conociendo nuestro trabajo y nuestra propuesta fuimos convocados por Ana Luz Chieffo y Laura Romano, el Equipo de curaduría de La Casona de los Olivera, para pensar y realizar varias acciones, en el contexto de la Muestra “Publico - Privado Acuerdos y tensiones sobre territorios, vínculos, identidades y memorias” subrayando especialmente y a pedido de ellas, el estado de deterioro en que se encuentra La Casona y la negligencia que lo produjo y agrava día a día.

Se nos invitó a trabajar concretamente con los espacios en obra, abandonados por el Ministerio de Ambiente y Espacios Públicos del gobierno de la ciudad: una zanja perimetral abierta en los cimientos del edificio con una línea de escombros que corre paralela a ella y la terraza inhabilitada por la precariedad de su condición, sin dos de sus barandas, con carpeta de cemento en ausencia de piso.

Luego de la invitación, visitamos la casona en donde se nos presentaron los espacios descriptos; espacios donde los escombros y los vacíos por ausencias de baldosas, barandas, cielorrasos, etc, son puestos en exposición desde hace más de un año, y sin solución de continuidad en el corto y mediano plazo.

La Mudadora acordó un cronograma de 4 acciones a realizar en la Casona, las cuales dejarían distintas marcas, realizarían distintos señalamientos, que se irían sumando desde la inauguración hasta el cierre de la muestra. Además montaríamos en el Hall de entrada un registro que diera cuenta de nuestras actuaciones anteriores en otros espacios.

El 5 de septiembre se realizó el montaje en el lugar, a puertas abiertas, en el hall principal, donde pegamos sobre una de las paredes más de 120 fotos que contaban la historia de intervenciones del colectivo y sobre otra se escribió un texto en grafito junto a dos fotografías de la Casona de su obra en transición y abandono.

El día de la inauguración, sábado 6 de septiembre, La Mudadora se mudó, embaló sus pertenencias e intervino con mudanza la Casona de los Olivera.

Con nuestra primera acción, llegamos en una camioneta cargada con objetos, que se paró frente a la puerta principal del edificio. Allí comenzamos a descargar ropas, cajas, camas, electrodomésticos, maderas, tablones, sombrilla, subiendo todo, desde el hall central, por la escalera principal, hasta llegar al primer piso, por donde se salía a la terraza. El día estaba lluvioso y colocamos la mayor parte de la obra bajo la galería techada.

Armamos nuestro espacio y habitamos en él. La Mudadora puso la mesa, encendió la TV, acomodó la licuadora, colgó un cuadro, hizo la cama, dobló la ropa.

En la parte descubierta de la terraza dejamos, ropas colgadas en dos sogas, sobre la loza una sombrilla y unas sillitas playeras, y en los dos huecos de la baranda, una bandera anunciando a “La Mudadora en la casona” y una interpretación de baranda filigraneada con hilos que llenaban la ausencia de una reja.

Hubo brindis. La Casona estaba poblada por los visitantes de la muestra Público-Privado de la que también participaron, además del colectivo La Mudadora, Mercedes Fidanza, Juan Pablo Pérez Rocca, Violeta Cincioni y Paola Sigal. Todos estábamos contentos. Sin embargo, días después nos informan que todo lo que estaba expuesto en la terraza y se veía desde el parque, debía ser retirado. Recibimos el anuncio, y así como se anunció, los objetos fueron quitados de su lugar, ocultados y acumulados en el sector cubierto de la terraza, habitado por nuestra obra, que no llegaba a verse desde el exterior. Elementos que con diferentes pretextos, pero sin ninguna razón, fueron retirados sin nuestra autorización, por las curadoras del lugar y a pedido del administrador.

Este acontecimiento inesperado nos afecto y obviamente repercutió en la obra. Seguir trabajando en los términos acordados era casi imposible luego de la censura sufrida sobre una parte de nuestra obra.

Las modificaciones no eran menores. Esos elementos en la terraza eran, justamente, el puente entre el adentro y el afuera. Eran una invitación a interiorizarse en lo que está pasando con el espacio público. Al cercenar esta parte ¿dónde quedan, entonces, los “acuerdos y tensiones sobre territorios, vínculos, identidades y memoria”, mentados en el título de la muestra? ¿qué posibilidades existen de que el arte “se convierta en generador de opinión, disenso y reflexión crítica”, como dice el texto curatorial, si no hay espacio para el diálogo, se suprime unilateralmente lo que “molesta”, y no se dan ningún tipo de explicaciones? Tuvimos que reformular nuestra segunda acción.

El sábado 27 de septiembre La Mudadora muda se desmuda. Llegamos nuevamente con la camioneta, y procedimos a desabitar el espacio y a trabajar con los rastros, las huellas del espacio que había sido habitado, cintas de embalar con la inscripción de FRAGIL quedaron en las paredes, en las columnas, envolviendo un cuadro, sueltas por la terraza… La pared del hall también fue vaciada, quedando las huellas de que allí hubo imágenes; en la pared enfrentada, el texto fue borroneado y resignificado, nuevos sentidos aparecieron en las paredes, nuevos textos, nuevas palabras y preguntas explícitas y figuradas, que rondaban el sinsentido: ¿Por qué la censura? No hubo respuestas, sino excusas. No hubo miradas sino agresiones por parte de la institución Casona…

Luego de realizar la acción sostuvimos un extenso diálogo con Ana Luz y por último redactamos un escrito donde de común acuerdo afirmábamos que lo que quedaba era obra, y no un “irse del lugar”. Era la segunda de las acciones programadas, pero modificada por los acontecimientos ocurridos. Reiteramos nuevamente que el día 2 de noviembre, fecha de cierre, se iban a dejar las instalaciones en las mismas condiciones en que habían sido recibidas y seguimos trabajando para la tercera acción.

Días después, en un nuevo encuentro con el equipo de curaduría de la Casona, admitieron que la caótica situación que se vive en el espacio municipal las había superado y pidieron disculpas por algunos de los hechos vividos. Pero a continuación Laura nos informa que, antes de abrir el centro cultural el día siguiente de nuestra acción, había decidido arreglar las paredes y borrar lo que quedaba del texto, por que para ella “La Mudadora se había ido”, y lo que había dejado no era obra.

El día domingo 28 de septiembre, pues, la casona abre sus puertas a la vecindad, con las paredes blancas, sin huellas, sin rastros del paso de la mudadora por sus pisos, por su terraza, por sus ausentes barandas, por su desidiosa infraestructura institucional vacilante. La Casona abre sus puertas el domingo borrando literalmente la totalidad de nuestra obra, cuestionando nuestra condición de artistas y de personas, vulnerando todo límite. Pero la mudadora estuvo allí, removiendo los cimientos de la intolerancia desde el más humilde grano de revoque caído, desde el último grano de grafito que resiste en algún poro de la pared, en alguna marca, en alguna mirada enajenada por el poder que instaura limites en la mirada.

La obra nos devuelve como espejo lo que no queremos, o no podemos ver.